En muchas ocasiones, se han presentado un nùmero importante, de sucesos que han culminado en asesinatos o muertes de vìctimas indefensas. Los homicidas divergen en sus caracterìsticas, encontrando desde extranjeros que conocen a una chica vìa internet, la matan y la arrojan al mar en una maleta, otros que, apenas unos instantes de haberla conocido en un partido de pòker, en un conocido y concurrido casino miraflorino, la invita a ir a su hotel donde cruelmente y en un arrebato de ira, las asesina, hasta otros como provincianos que da muerte a los cantantes que lo empleaba o la hija que en complicidad con el novio, y para asegurarse de la herencia de su fortuna, asesina a su madre. Son variados y variopintos pero todos incluyen una tragedia, que enluta a diferentes familias.
Si notamos como estos nefastos sujetos han sido informados a los lectores, por los medios de comunicaciòn, veremos que existe un manejo, atiborrado de exageraciones y sensacionalismos, cargados de morbos y excentricidades y, en general, convirtiendo la exacta precisiòn del suceso, en una retahìla de rumores, chismes y maledicencias atribuidas a los personajes que de una u otra forma participaron en los luctuosos actos que se suscitaron.
La responsabilidad en el manejo de la informaciòn pasa por entender el rol social que cumplen los medios. Hacer efectivo un uso responsable y cuidadoso de los medios implica establecer ciertos criterios que regulen su actividad.
Suponer que el Estado y el Mercado son las iniciativas primarias para determinar la noticia es reducir la capacidad pensante de los comunicadores. Estos no resultan las opciones màs adecuadas para una regulaciòn, en aras de dar un valor preferente a la libertad de expresiòn y de informaciòn.
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